El cambio de modelo de negocio de la universidad
Sólo por una métrica se puede decir que las universidades del mundo han triunfado: actualmente están en máximos históricos en cuanto a número de alumnos. Aproximadamente un tercio de los americanos tienen al menos una diplomatura (mucho mayor al 20% de hace treinta años). En el resto del mundo y especialmente en los mercados emergentes, existe gran número de personas que están estudiando para obtener titulaciones superiores…
Pero por el resto de métricas, las más de 11.000 instituciones alrededor del mundo se merecen suspender:
- En primer lugar, no ayudan a sus alumnos a cumplir sus objetivos. Incluso en EEUU, con más del 60% de las mejores universidades del mundo, sólo un 66% consiguen finalizar con el título que deseaban. Algo más de la mitad de los mismos cambian a un título de menor duración. Aunque no se puede considerar que todos los estudiantes pueden tener un éxito rotundo en educación superior, estas cifras indican un problema sistémico.
- En segundo lugar, el coste de la universidad (especialmente en EEUU) está fuera de control. Se ha multiplicado por tres el coste del tuition en los últimos 30 años (eliminando el efecto de la inflación). Lo peor es que, además de la deuda que generan estos estudiantes, uno de cada dos graduados están desempleados o trabajando en un trabajo que no requiere esa cualificación.
- Tercero, las instituciones de educación superior no están siendo capaces de cumplir con los objetivos de los empleadores. No se están estudiando las carreras más demandadas en los campos de las Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas… En vez de eso, se estudian las carreras más “fáciles” en los campos sociales. Esto provoca una sequía de talento “matemático” que no se está impulsando desde la universidad.
En el mundo de los negocios, estas carencias suelen llevar a una restructuración de la industria, normalmente impulsada por la entrada de nuevos actores y por la innovación por los incumbentes. La educación superior parecía “inmunizada” por su posición sistémica en el mercado y su tamaño, pero realmente no lo está, porque los nuevos actores han llegado: la educación online a través de Internet.
El Sloan Consortium, perteneciente a MIT, indica que más de 6 millones de estudiantes hicieron al menos un curso online durante 2011; eso es más del 30% de todos los estudiantes de educación superior. Además, la universidad de Stanford consiguió atraer a 356.000 alumnos de 190 países para realizar cursos online gratuitos de ciencias computacionales.
La distribución de lecturas de profesores reconocidos mediante vídeos en internet está muy bien para causas sociales, pero no arregla el problema de efectividad, coste y relevancia de educación superior.
Es cierto que la demanda por el prestigio de las escuelas más elitistas excede la demanda, por eso pueden cubrir sus ascendentes costes mediante el incremento de las tuition fees. Aunque estas pocas escuelas elitistas pueden estar protegidas de las fuerzas disruptivas del mercado, la gran mayoría de las instituciones de educación superior sufrirán las presiones de los líderes y de los nuevos actores, pudiendo eliminar a los débiles del mercado.
Estas universidades tienen que aprender de la industria y reinventar su negocio. Tienen que lograr complacer tanto a la demanda de educación de calidad, como la demanda de los empleadores que requieren talento preparado. Para ello, tienen que generar nuevas capacidades, reconsiderar su forma de atraer ingresos y gestionar mejor sus costes de acuerdo a su propuesta de valor. Es decir, tienen que rediseñar su modelo de negocio.
Más información en: The University’s Dilema by Tim Laseter – Strategy+Business Global Perspective
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