El problema del estatismo laboral
Un mercado laboral dinámico es señal de un mercado laboral sano y esto no es precisamente lo que tenemos actualmente en España. En un mercado laboral dinámico, los empleados cambian de trabajo y de empresa con relativa frecuencia. Esto permite una sana renovación de talento en las empresas, haciendo que personas que no estaban a gusto puedan emprender un nuevo rumbo profesional permitiendo a otras con más ilusión y fuerza ocupar esas posiciones.
Pero, ¿qué está pasando hoy en día? Pues que ese flujo no se está produciendo. Quien tiene un empleo se aferra a él aunque no esté ilusionadoe incluso pudiendo estar descontento con lo que hace, mientras que hace unos años, no hubiera sido raro que esa misma persona hubiera dejado su puesto de trabajo, aún antes de haber encontrado otro, dado que no tardaría en encontrar uno más afín a sus preferencias.
Esto provoca un grave problema, no sólo para el empleado, que tiene que permanecer en un trabajo que no le motiva y donde no se desarrolla profesionalmente, sino también para la empresa, que se encuentra con una situación de moral baja entre sus «tropas». Lo peor de todo es que esto no se da de forma aislada entre algunos trabajadores dentro de las empresas, sino que el número de empleados con dicho estado de ánimo es muy elevado y puede que incluso mayoritario en sociedades que pasan momentos de inestabilidad.
Obviamente, la principal consecuencia que encontramos es una caída de la productividad: no rendirá igual una plantilla que va ilusionada a trabajar que otra que acude al trabajo desanimada y sólo por no perderlo. Pero ¿cómo pueden los directivos de las empresas detectar que la moral de sus empleados es baja? Quizá no sea necesario ser un experto en recursos humanos. Los gerentes y jefes de equipo, dada su experiencia, advierten rápidamente un descenso en la implicación, proactividad y compromiso de sus subordinados cuando así sucede.
En una situación así, los directivos deben atajar el asunto y cortar la tendencia antes de que se propague. Una forma fácil de motivar a la gente en las grandes empresas es la movilidad interna. El empleado cambia de puesto y (a veces hasta de ciudad y país) y resulta para él en un nuevo reto profesional que acometerá con ganas, energías e ilusión renovadas. Lamentablemente, la situación actual tampoco facilita dichos cambios. Cuando esto no es posible, los dirigentes deben encontrar formas imaginativas que motiven a sus personas pues tampoco están los tiempos para utilizar las herramientas tradicionales: subida de sueldo, aumento de beneficios sociales, etc. Pero desde luego deben reaccionar rápido y pensar en el largo plazo y no sólo en acabar bien el ejercicio “como sea”. Así mismo, queda una reflexión para los empleados, pues al igual que antes, puede llegar gente nueva empujando y, sin embargo, las oportunidades fuera no son las que había antes.
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