¿Está muriendo la era del ahorro?
Europa está entrando lentamente en un nuevo continente, en un mundo de tipos de interés cero, montados en las galeras de soluciones diseñadas por las autoridades para recuperarnos del terremoto generado por la crisis. En este nuevo mundo se difuminan las reglas, y ahorrador e inversor están comenzando a ser muy parecidos. De hecho, la diferencia conceptual es cada vez menor.
Teóricamente, un ahorrador persigue el mínimo riesgo posible a su dinero buscando alguna ‘hucha’ segura sin buscar rentabilidades altas, mientras un inversor pone sus euros a trabajar para obtener una rentabilidad, asumiendo un riesgo de pérdida (parcial o total).
Hasta ahora la estrategia de un ahorrador sería depositar su dinero en un banco para sacar al menos un mínimo de rentabilidad que le permita contrarrestar la inflación y poco más. Pero hoy en día esa situación está cada vez más en cuestión, por que las cuentas y los depósitos ya casi no pagan nada de intereses.
En España la gran mayoría de los bancos ofrecen menos del 1% en los depósitos a plazo fijo de un año. Este interés hace que tener el dinero ahí sea cada vez más parecido a cavar un agujero en la tierra y meterlo dentro. Y este fenómeno va a ir previsiblemente a más.
El BCE ya está cobrando a los propios bancos el 0.2% por dejar su dinero depositado en él, para evitar que lo tengan guardado y lo presten. Esta medida está siendo bastante efectiva (los bancos españoles apenas han dejado dinero en el BCE), motivando el crédito y el préstamo, pero también está provocando que las rentabilidades de los ahorradores bajen, y que vayan a seguir bajando próximamente.
De hecho, hay algunos bancos como el Skatbank o el Commerzbank en Alemania que ya están aplicando un 0.25% negativo de interés a sus clientes con más de medio millón de euros depositados. Aunque esta situación es difícil que aparezca en España, el ciudadano que no quiere ningún riesgo para su dinero se está quedando lentamente sin alternativas. O lo guarda debajo del colchón o lo invierte. Y esta primera tiene un gran peligro: la inflación.
Piensa en cuánto costaba un coche hace 30 años. Si entonces guardases ese dinero en el cajón, ahora no te daría ni para la entrada. El coste de oportunidad de tener ahorro sin rentabilidad puede ser muy alto para nuestras aspiraciones, o para nuestras necesidades futuras.
¿Qué podemos hacer?
Lo primero, ser conscientes del riesgo que implica cada decisión, incluido el que supone no tomar ninguna. En base a eso, tener claro que es lo que buscamos, cuáles son nuestros objetivos y nuestras necesidades, ya que en el entorno actual, el ahorrador tradicional está siendo convertido lentamente en un inversor conservador, pero inversor al fin y al cabo.
Aquí puede entrar en juego la diversificación, ya que una buena mezcla de distintos tipos de riesgo acaba reduciendo el margen de error en nuestras decisiones. El reto, claro, está en saber diversificar nuestro dinero correctamente. Esta acción no debe ser sólo entre tipos de productos financieros, sino también por plazos, en función de cuando necesitemos el dinero.
En cualquier caso, está claro que estamos entrando en terreno desconocido, y que en nuestras decisiones entran cada vez más y más variables que añaden complejidad a un mundo en el que estamos forzados a participar, si queremos mantener al menos estable el valor de nuestros ahorros.
Como bien dice Victor, el ahorrador se ha convertido en un inversor de perfil conservador. Actualmente los depósitos que ofrecen los bancos a un año rondan el 0,5%-0,6% de rentabilidad. Esta sería la prima de riesgo que el inversor pagaría en el caso de que el banco hiciera un «default» y los clientes no pudieran rescatar sus ahorros (como ha pasado últimamente con BPA y Banco Madrid). Los bancos les están ofreciendo un tipo de interés demasiado bajo por el riesgo que están asumiendo, por este motivo muchos ahorradores se han convertido en clientes de perfil conservador y ha habido una salida de flujos de depósitos hacia fondos de inversión de perfil conservador y muy tranquilo, con volatilidades entre el 0,5% y el 2% y con un objetivo de rentabilidad de Euribor +1,5%-2%. Estos fondos se posicionan en duraciones cortas (1-2,5 años) y consiguen una rentabilidad lineal que podría equipararse a la de un depósito (con el añadido riesgo por duración).