La década perdida en España
Con la expresión «década perdida» los economistas se suelen referir a un periodo de tiempo en el que un país o área geográfica experimenta un escaso o nulo crecimiento económico. Son célebres las «décadas pérdidas» de América Latina o Japón.
Según Investopedia, la década perdida en Japón se podría describir como “un periodo de la historia japonesa en el cual el crecimiento económico fue prácticamente nulo debido al estallido de una burbuja de activos”. “La década perdida” es el término acuñado para describir el periodo que se extiende desde 1991 a 2001, en el cual la economía japonesa creció a un ritmo extremadamente lento a pesar de mantener tipos de interés bajos». Posteriormente vendría, como veremos, la deflación.
Si nos atenemos a lo anterior y lo aplicamos al caso español, se puede constatar que la economía española va camino de otra «década perdida», debido a que desde el año 2008 el crecimiento económico ha sido inexistente. Según la previsión del propio Gobierno español, no se prevé que el PIB regrese al nivel que tenía en el año 2008 hasta el año 2018.
Por si fuera poco, las similitudes entre España y Japón van más allá. Si atendemos a los eventos ocurridos antes del estallido de la burbuja, se aprecia que en Japón se formó una burbuja en el precio de los activos financieros e inmobiliarios. Tales dimensiones adquirió esta burbuja que, en el apogeo de la misma, el terreno en el que se levantaba el palacio imperial japonés tenía un “valor” similar al de todo el Estado de California.
En España también se produjo la formación de una burbuja inmobiliaria, que elevó hasta cotas inusitadas el precio de los activos inmobiliarios.
Tras el estallido de estas burbujas se observa en ambos países un comportamiento parecido de ciertas magnitudes macroeconómicas, como son el déficit público y la ratio deuda pública/PIB. En el primer caso, el déficit público japonés se disparó a partir de 1990. En el caso español, en los años en los que la burbuja se desarrolló se experimentó un superávit pero, tras el estallido de la misma, se pudo comprobar que ese superávit era un espejismo, una ficción. Ambos países comenzaron a asumir deuda, ante su incapacidad de contener el déficit público. De esta manera, tras décadas de mantener un déficit público descontrolado, Japón es hoy el país más endeudado del mundo, con un 245,4% de deuda pública sobre el PIB. España, que años atrás mantenía una buena posición en términos de deuda pública, cerrará el año 2013 con un 91,8% aproximadamente de deuda sobre el PIB.
Sin embargo, también hay diferencias importantes entre ambos países. Al margen de las diferencias estructurales, Japón es un país que ha sido tradicionalmente exportador, donde la innovación y el desarrollo son el eje fundamental de su economía. La productividad por trabajador ha sido muy alta, debido a que sus productos son de alto valor añadido. La economía de España, por el contrario, ha estado más centrada tradicionalmente en la demanda interna, ofreciendo principalmente bienes y servicios de bajo valor añadido.
Otra diferencia es que en Japón se desarrolló un peligroso fenómeno, como es la deflación, que induce a los agentes económicos a ahorrar y a posponer sus decisiones de inversión, pues la expectativa de éstos es que los precios de los activos continúen cayendo. Una vez que la inversión se ve resentida, el efecto sobre el crecimiento económico es demoledor, ya que la inversión es un componente fundamental del PIB.
La deflación japonesa hizo su aparición hacia mediados de la década de los 90 del pasado siglo. Esto se debió a las malas decisiones de política monetaria del Banco Central de Japón que, temeroso de que la inflación se descontrolara, elevó los tipos de interés a principios de los 90 en un entorno de extrema debilidad económica, lo que provocó que la economía entrara en una deflación crónica que se extiende hasta nuestros días.
En el caso de España no se ha registrado deflación. Sin embargo, lo preocupante es la tasa de paro, alrededor del 27%, que no tiene visos de reducirse considerablemente en los próximos años.
Una diferencia importante es la nacionalidad de los tenedores de la deuda, que en Japón está integrada por nacionales japoneses mayoritariamente, mientras que entre los titulares de deuda española hay más presencia de extranjeros. Esto tiene implicaciones importantes, ya que España debe pagar enormes intereses por su deuda (26.500 millones de euros en el año 2012, en torno al 2,5% del PIB), gran parte de los cuales van a parar al exterior, mientras que los intereses que Japón paga por su deuda «se quedan en casa». Sin embargo, ante una hipotética quiebra o default de alguno de estos países, el efecto sería distinto en Japón, ya que el daño se infligiría a su propia población, mientras que en el caso de España el coste de un default sería algo más liviano para los inversores patrios.
Japón ha comenzado un camino heterodoxo y esperanzador con su Primer Ministro Shinzō Abe y sus «Abenomics» para romper con su pasado y superar la espiral deflacionista. A España, por su parte, aún le quedan años muy duros y problemáticos por delante. El sueño de la «década de oro», basada en el ladrillo, con la que se inauguraba el nuevo milenio se ha desvanecido para dar paso a la cruda realidad, en el contexto de las políticas de austeridad impuestas desde Berlín y Bruselas.
*Artículo realizado conjuntamente por Jose María López Jiménez y José Antonio Díaz Campos
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