La ética no basta
En el mundo empresarial últimamente airean casos que, en el mejor de los casos, sorprenden, y en el más común, irritan profundamente a la sociedad. Es sabido que una conocidísima empresa de tecnologías de información evitó, mediante tax loopholes, pagar unos $44B a varios gobiernos, principalmente europeos. Y es que su tributación fuera de EEUU fue del 2,5% sobre beneficios. No es el único. Su principal competidor en el mercado de smartphones, por ejemplo, tributa un 3% fuera de su país natal. En EEUU sus contribuciones fueron de más del 50%.
En mi opinión, ante este hecho, lo verdaderamente importante es que en ninguno de estos casos – que son un ejemplo, pero existen una enorme cantidad de casos similares, tanto en multinacionales como en PYMEs- se ha incumplido la ley.
Y no es cuestión de ética, o responsabilidad social corporativa (RSC). Con una competencia tan salvaje como la que tienen estas compañías cualquier ahorro es una posible inversión que añada una ventaja competitiva con la que arañar cuota de mercado.
Las reglas del juego
El poder político parece ajeno a la grandísima responsabilidad que tiene en un sistema capitalista. Existe la opinión de que el mercado se regula solo, y salvando fallos de mercado es cierto, pero antes de ello, hacen falta dos cosas:
- Se ha de crear el mercado. Y el mercado lo crean las leyes, y por tanto, crear mercados es, en cierto modo, responsabilidad de los políticos. Cuando los mercados avanzan tan rápido como ahora, los políticos han de estar más preparados que nunca para poder entender a que se enfrentan y legislar en consecuencia.
- Se ha de velar por el cumplimiento de las reglas del juego. Las leyes carecen de validez práctica si no existe quien obligue a su cumplimiento. Esta responsabilidad recae en los organismos reguladores, que son quienes han de velar por ello.
Usando un símil futbolístico, el fair play se da porque existe una FIFA que pone las reglas, y un árbitro que, si no se cumplen, expulsa jugadores poniéndolos en una situación de desventaja contra el equipo rival. A nadie se le escapa que, de jugar sin árbitro, las patadas y codazos volarían cuando los delanteros se acercasen al área contraria. Y sin las reglas, los árbitros no tendrían sentido.
¿Culpables?
¿Quiénes son los culpables de que el tipo medio al que tributan las tecnológicas fuera de EEUU sea del 4,8%? En mi opinión, no es culpa de las empresas. Pensar que lo es nos hace caer en extremos como el “you didn´t build that” de Obama lo cual, a mi juicio, es un conveniente error que coquetea con una peligrosa demagogia que pone a los empresarios como una raza explotadora y aprovechada, cuando constituyen la mayor fuente de riqueza que existe: el sistema de libre empresa. Los hechos hablan por sí mismos, y una adecuada legislación y regulación bastan.
La laxitud, incompetencia y cortoplacismo de la política europea en general, y la española en particular, la falta de negociación y bemoles de los gobiernos, que ante la palabra “empleo” hincan la rodilla sin dilación, los gerentes de organismos reguladores elegidos por dedocracia en vez de meritocracia, y una nada despreciable cantidad de corrupción, son los verdaderos culpables de esta situación.
No en vano, ha tenido que ser EEUU quien ponga, una vez más, el cascabel al gato.
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