Política económica francesa, ¿qué camino elegirá Hollande?
A punto de cumplirse un año desde la elección de François Hollande como Presidente francés, su política económica puede calificarse como poco menos que caótica. Desde su llegada al gobierno en mayo de 2012, el presidente socialista ha mezclado medidas de incremento del gasto público y subidas de impuestos con medidas de liberalismo económico que contribuyan a mejorar la competitividad francesa.
François Hollande se convirtió en el segundo presidente socialista de la República de Francia tras presentar un importante paquete de reformas económicas, entre las cuales destacaban las siguientes:
- Fin a la austeridad. Sin duda, una de sus propuestas más sonadas fue la de acabar con la austeridad impuesta por Alemania para fomentar el crecimiento de los países en la Eurozona. Proponía alcanzar un nuevo pacto franco – alemán y renegociar el pacto fiscal de la UE.
- Creación de empleo. Hollande se comprometió a crear 200.000 puestos de trabajo, de los cuales 150.000 serían para jóvenes. Entre otras medidas, el presidente propuso crear un «contrato generacional», por el cual un trabajador mayor sería tutor de uno joven hasta que el primero se jubilara.
- Reforma del sistema bancario y creación de un banco público de inversión. La idea era aumentar el control sobre la banca, quienes, según la izquierda, habían sido los culpables de que Francia estuviera en la actual situación económica. Propuso la creación de un banco público que ayudaría a las pymes y una nueva agencia de calificación europea.
- Subida de impuestos a los ricos. Su propuesta era retener el 45% de sus salarios a aquellos franceses que ganaran más de 150.000 euros anuales.
Sus primeros meses se caracterizaron por el reforzamiento del Estado de bienestar, Hollande disminuyó la edad de jubilación a algunos trabajadores y aumentó las ayudas a las familias. A la vez, presentó unos presupuestos para 2013 que esperaban mantener el déficit del estado en el 3% del PIB, principalmente gracias a las subidas de impuestos: 75% de impuestos sobre la renta a los más ricos, así como impuestos más altos a empresas y particulares.
Pero tras la euforia inicial, Hollande y su primer ministro, Jean-Marc Ayraut, han convocado varias reuniones restringidas del Gobierno, para confirmar “congelación inmediata” del gasto, durante los próximos tres años. “Congelación” que coincide, paradójicamente, con el anuncio simultáneo de nuevos gastos y nuevos impuestos. Además, el gobierno francés alcanzó un acuerdo con los sindicatos para flexibilizar el mercado laboral, favoreciendo la reducción de horas de trabajo y salarios de los trabajadores en tiempos de crisis.
Sin duda, una política económica esquizofrénica, y es que Hollande además de responder a las expectativas de sus electores, ha tenido que enfrentarse a la realidad económica de su país. En sus propuestas económicas para 2013 prometía un crecimiento del 1,7%; una vez en el cargo, el presidente ha reducido sus previsiones hasta el 0,8%. Más aún, según el Instituto Nacional de Estadísticas francés, las perspectivas de crecimiento para los próximos años son mucho más negras de lo previsto, el año que viene la economía francesa apenas crecerá un 0.2 o un 0.3%.
Dicho de otro modo: los ingresos del Estado serán mucho más bajos de lo esperado, mientras los gastos (servicio de la deuda, prestaciones sociales, etcétera) habrán aumentado considerablemente. Y mientras tanto, en Francia las fábricas cierran, la producción industrial se estanca, los emprendedores se sienten penalizados, los planes de inversión se paralizan y se suceden los casos de familias adineradas que abandonan el país (quizás el caso más sonado es el del actor francés Gerard Depardieu, quien renunció a su pasaporte francés en protesta por la subida de impuestos a los ricos y a quien le fue concedida la ciudadanía rusa por Vladimir Putin).
Tanto cambio en su política económica está empezando a costarle rédito político, y a causar problemas internos en su partido. La izquierda francesa está acusando a Hollande de seguir principios neoliberales y de hacer lo opuesto a lo que había prometido durante su campaña electoral.
Algunos ministros de Hollande, como Jean-Marc Ayrault, Pierre Moscovici (ministro de economía) y Michel Sapin (ministro de trabajo) empiezan a hablar de un cambio de rumbo en el gobierno al reconocer la necesidad de otro tipo de medidas para reducir los costes laborales. Sin embargo, es difícil identificar una evolución lineal en la política económica de Hollande, ya que él mismo evita reconocer un giro en su política.
Hollande tiene la oportunidad de emprender importantes reformas para restaurar la competitividad de la economía francesa, aun a costa de sacudir el estado de bienestar, aunque más bien parece que Hollande se limitará a mantener los mercados y agencias de calificación a raya. «Siempre que pueda evitar decisiones complicadas, lo hará», señalaba alguien que lo conoce realmente bien.
Fuente: The Economist
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