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Hace unos días, en un artículo ponían entre interrogantes, si  España se encontraba realmente en una recesión o más bien en una depresión.

Lo cierto es que hay tal infinidad de indicadores económicos que sería relativamente fácil justificar tanto una posición como la otra. Pero lo primero que habría que hacer es identificar y diferenciar un término del otro. Teóricamente, se define una «recesión» como una caída del PIB de una economía en dos trimestres consecutivos. Si atendemos a esto, España no sólo está en recesión, sino que ha entrado en unas cuantas durante los últimos años, y algunas más largas de dos meses. En cuanto a la definición de «depresión», esta hace alusión a una recesión prolongada, con una caída importante y continuada de la producción industrial y el consumo, haciendo que a la vez aumente extremadamente el paro, la quiebra de empresas, y la falta de crédito.

Atendiendo a estas definiciones, casi cualquiera diría con los ojos cerrados que efectivamente estamos ante una depresión de las gordas. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que en España se juntan muchos factores, y quizá algunos estén teniendo un efecto sobre la economía que nos engañe sobre la situación real. En cuanto al aumento del desempleo, si bien es cierto que se ha elevado a tasas históricas, hay que tener en cuenta que España tiene un problema de paro estructural importante; tanto, que en la época de mayor bonanza económica, en España había casi 2 millones de personas desempleadas, mientras importábamos mano de obra a razón de 600.000 inmigrantes al año, que por supuesto encontraban trabajo. Por lo tanto, algún problema teníamos y seguimos teniendo. Además, en España se ha juntado la crisis económica mundial con una crisis inmobiliaria enorme, que ha generado la pérdida de unos 2 millones de empleos relacionados con el sector y sus «alrededores» (muebles, puertas, ventanas, colchones, electrodomésticos, etc). Esta misma crisis inmobiliaria es la que ha cogido al sector financiero… perdonen la expresión… «con el culo al aire»; sobretodo a las cajas dirigidas al gusto de los políticos de turno. Esto es fundamentalmente lo que ha originado que las entidades financieras hayan tenido que ser rescatadas con fondos europeos, y que por eso mismo no haya crédito en la economía actual. Y no es que el BCE no esté inyectando dinero en los bancos, que sí lo está haciendo (unos tipos del 0,75% es como regalar el dinero), sino que los canales que hacen que el dinero fluya desde el BCE a los bancos comerciales, y de estos a los ciudadanos y empresas, simplemente están rotos, porque nadie se fía de nadie, y los bancos bastante tienen con sanear sus cuentas como para prestar dinero. Como se puede ver, esto es más complejo de lo que pueda parecer, pero por mucho que a los ciudadanos nos fastidie la idea de rescatar a los bancos, tenemos que hacernos a la idea de que es la única manera de que dentro de un tiempo, que esperemos que sea lo más corto posible, el crédito vuelva a fluir y la economía vuelva a funcionar. Si los bancos no funcionan, la economía está muerta. Es así se sencillo y de cruel a la vez.

Bajo mi punto de vista, comparar esta crisis con la de EEUU en los años 30 es un error. Igual que tampoco se puede comparar con la del petróleo de los años 70 o con la de los años 90 en España. La crisis de los años 30 era una crisis de deuda privada (la gente se endeudaba para invertir en bolsa), que se solucionó aumentando el gasto público (Keynes al poder). Sin embargo, esta crisis que sufrimos actualmente no tiene nada que ver con las anteriores. Y la prueba está en que se ha intentado solucionar como la de los años 30, inyectando dinero público, y en todos los países ha fracasado. Lo único que se ha conseguido es comerse toda la capacidad de endeudamiento de los países, y empeorar todavía más la razón fundamental de esta crisis, que es la deuda pública, la de los estados. Es algo nuevo que no se puede intentar corregir como las anteriores, y por eso los gobiernos están probando hasta que alguno dé con la solución. Pero hasta que eso ocurra, lo único que se puede hacer es reducir la deuda de los estados, y eso implica lo primero de todo reducir el déficit, y urgentemente. Además de esto, la situación macroeconómica global ha cambiado, sobretodo en la Unión Europea, donde los países ya no pueden devaluar sus monedas para ganar competitividad y salir del hoyo, sino que todos estamos en el mismo barco para bien y para mal, y la competitividad toca ganársela a base de eficiencia y ajustes. Y lo cierto es que España lo está haciendo bastante bien; prueba de ello es el tremendo aumento de las exportaciones, aún con el Euro muy apreciado respecto a otras monedas; pero por desgracia a costa del sufrimiento de mucha gente.

A donde voy con todo esto es que realmente, aunque pudiera parecer que estamos en una depresión, en realidad estamos ante una crisis nueva, con soluciones nuevas, y quizá la conjunción en España de un problema de burbuja inmobiliaria esté empeorando las consecuencias. Sin embargo, parece que cuando los bancos limpien sus balances y los estados rebajen sus deudas, el crédito volverá a fluir, la economía se reactivará, el empleo aumentará y la depresión (la de las personas) se irá suavizando hasta tener una visión más positiva de la situación. Lo que nadie sabe es cuánto tardará en ocurrir esto. Pero por el bien de todos, cuanto antes mejor.

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